martes, 20 de junio de 2006

Ana María "sana y salva"

Damos Gracias al Señor y nos alegramos enormemente por la aparición de Ana María, cuyas razones para desaparecer de su casa deberán de quedarse en la intimidad, y los demás comprender profundamente las razones que le hayan llevado a realizar tal acto.
Si a partir de ahora dejamos a los profesionales (psiquiatras, educadores, etc. o incluso a nuestro joven Vicario Parroquial, D.Ramón, al que desde aquí propongo) trabajar para ayudar a Ana María, (si es que tiene algún problema) seremos buenos ciudadanos y trataremos con dignidad y respeto el nombre de esta chiquilla que ayer cumplía sus primeros catorce años de vida (¡con lo que le queda por vivir!, ¡Felicidades!).
Si por el contrario nos dejamos llevar por los cotilleos, empezamos a prejuzgarla y hacemos caso de los "dimes y diretes" que se harán entre nuestros vecinos, entoces seremos malos ciudadanos, peores convecinos y se nos juzgará por ello.
Que la familia de Ana María, dentro de la comprensión, el amor y el cariño filial sepa solventar este extraño caso, y como en la parábola del Hijo Pródigo, sus padres vean en el gesto de la chiquilla por entregarse voluntariamente, la recuperación del hijo perdido y antes que una tragedia, sea una fiesta la que su familia le haga a la llegada de Ana María a nuestro pueblo.
De esa forma deberemos de actuar sus paisanos, con gran alegría y alborozo, felicitándonos por la resolución feliz de este caso sin precedentes en nuestra localidad.
Ojalá y todo esto quede en la anécdota, simplemente en la juvenil travesura, en las ansias por descubrir la aventura, todo lo que podamos pensar bien y bueno porque seguro que Ana María nos lo agradecerá.
Que sus amigas, aquellas que con su complicidad no quisieron traicionarla, sean su punto de apoyo, el bálsamo que cure sus heridas, los brazos que la sostengan ante esta estúpida e hipócrita sociedad que se jacta con el dolor ajeno.
Dios y su Hijo Nuestro Padre Jesús le conceda la paz y la serenidad interior a Ana María, a quien no tengo el gusto de conocer y a la que de verdad tengo ganas de olvidar lo que ha hecho, algo que deberíamos de hacer todos aquellos que no tenemos nada que ver con ella, su familia y sus amigos. Olvidar este suceso lamentable, pero eso sí, teniendo el ojo avizor, las antenas levantadas y entendido el mensaje que involuntariamente nos ha lanzado Ana María, sobre la atención y preocupación por nuestros hijos, que se encuentran indefensos y pueden ser las primeras víctimas de nuestra incomprensión y desantenciones.
Ana María que el Señor te bendiga con la paz y el sosiego que seguramente necesitarás.
Y por lo que más quieras (Ana María) y demás niños de nuestro pueblo, no nos hagáis esto nunca más.
Francisco Javier Bonilla Cruz

pd.Este comentario ha sido una idea que me ha venido al recibir un mail de D.Manuel Bovillo Gaviño.

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