Titulares

Nuestro Padre Jesús Nazareno

La imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno es una talla escultórica que ya estaba realizada en 1670, pues gracias al testamento de Andrés Cansino se pudo adscribir su autoría a la labor del citado maestro escultor: «ytem declaro que el padre comendador que oy es del combento de mersenarios descalsos de la villa del bisso me debe cien reales del resto de la hechura de un jesús nasareno, mandose cobrar».

El rostro del Señor es de gran realismo, expresa un gesto de cansancio, posee la boca entreabierta, ojos entreabiertos, entrecejo levemente fruncido, nariz fina y recta. En cuanto a la estética, Andrés Cansino sabe perfectamente combinar las influencias dinámicas del pleno barroco introducidas en Sevilla por su maestro José de Arce a mediados del siglo XVII. 

La imagen mantiene su belleza primigenia: Jesús entreabre su boca y en ella se denota su respirar jadeante, ojos caídos por el cansancio y la fatiga, pómulos marcados…, es un rostro de belleza serena e idealizada que transmite claramente la idea de la belleza y la bondad de Dios. Su mirada se dirige al fiel consiguiendo una comunicación mística entre la imagen y aquel que lo contempla. Las manos son portentosas y de gran fuerza expresiva, naturalistas y dramáticas parecen aferrarse al madero con resignación.

La influencia barroquizante de Arce se advierte en el tratamiento de la cabellera y de la barba, trabajados en masas compactas. Esta forma de trabajar la observamos en la portentosa cabeza del Nazareno; en su barba bífida y poco trabajada y en el cráneo, tallado a base de largos golpes de gubias, con mechones largos y sinuosos, que provocan el efecto de cabello humedecido, con un tratamiento suave, con mechones que caen en masas desde el surco central de la cabeza.

La imagen fue restaurada en 1975 por Francisco Peláez del Espino y en 1994, por Francisco Berlanga de Ávila, que sustituyó el cuerpo anterior (ya alterado por los rechazables criterios de restauración de Peláez del Espino), por uno nuevo completamente anatomizado. En la actualidad, la brusca inclinación del cuerpo del Señor recuerda a la antigua posición del Nazareno, tal y como se puede observar en antiguas fotografías, quizás vencido por el propio peso de la efigie.

La imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno constituye un eslabón dentro de la cadena de los Nazarenos de la escuela sevillana y, por tanto, una imagen clave para estudiar la evolución de la escultura barroca sevillana en la evolución y consolidación del pleno barroco. Esta efigie del Nazareno, ha sido considerada por los profesores Bernáldez y Peláez, como la obra cumbre de este artista, al que se le viene atribuyendo otras esculturas como el Santísimo Cristo de la Salud de la cofradía de San Bernardo de Sevilla.



María Santísima del Mayor Dolor y Traspaso

           María Santísima del Mayor Dolor y Traspaso es una imagen de autor anónimo, fechada tradicionalmente a finales del siglo XVII o durante el primer tercio del siglo XVIII. A través de esta datación tradicional podemos suponer que durante ese período llegaron a nuestra Hermandad las efigies de la Virgen Dolorosa y de San Juan Evangelista. Documentalmente se puede corroborar su existencia como imagen titular de la Cofradía a mediados del siglo XIX, según un inventario realizado tras la fusión de nuestra Hermandad con la Sacramental en el año 1847.

La Virgen del Mayor Dolor y Traspaso es una talla de candelero; es decir sólo tiene tallado el busto y las manos, pues el cuerpo es una estructura articulada para ser vestida. En sus rasgos faciales se puede advertir un intenso dolor: mirada al frente y baja, ausente, boca entreabierta, entrecejo fruncido y ojos abiertos; por sus mejillas corren regueros de lágrimas y en su gesto advertimos el momento previo a un llanto incontenido. El semblante de la Virgen ha cambiado sustancialmente desde sus orígenes: sus rasgos se han dulcificado y su fisonomía ha tornado hacia una juventud, un tanto ajena a los ideales estéticos en los que fue concebida. 

Parece ser que fue restaurada varias veces durante el siglo XX, aunque estas restauraciones consistieron principalmente en retoques superficiales como la sustitución de lágrimas y pestañas o intervenciones en el candelero para afianzar la estabilidad de la imagen. Tenemos documentadas un par de intervenciones anónimas: en 1955 cuando se le colocaron nuevas pestañas y en 1958, cuando se le pusieron nuevas lágrimas y pestañas. Sin embargo, la imagen de la Virgen del Mayor Dolor cuenta con dos restauraciones de cierta entidad: en 1970 por el escultor Antonio Gavira quien retocó levemente su mascarilla y le otorgó el aspecto que hoy conocemos y en 1995 por el escultor Francisco Berlanga de Ávila, quien le talló un nuevo candelero, repolicromó la imagen y le añadió nuevas lágrimas y pestañas. En el año 2015, esta efigie mariana fue sometida a una limpieza de policromía, consolidación del soporte y otras labores de conservación y restauración a cargo de Esperanza Fernández Cañero.


San Juan Evangelista
La imagen del discípulo amado, San Juan Evangelista, es una talla de autor anónimo, fechada a finales del siglo XVII o inicios del siglo XVIII. No cabe duda que la imagen del Evangelista procede del mismo taller en donde se pudo realizar la efigie de la Santísima Virgen; las analogías entre ambas tallas así lo corroboran, a pesar de que trate de la representación de dos personajes de distinto género. De igual modo, la existencia de esta imagen queda documentada en 1847 gracias al inventario que se realizó tras la fusión temporal entre la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno y la Sacramental de nuestro pueblo. 

Se trata de una talla de candelero, erguida, con los brazos en actitud de señalar el camino de la vía dolorosa, con rostro juvenil, leve barba y cierta expresión de compunción. En cuanto a sus rasgos faciales, denotamos en ellos un levemente dolor contenido, exteriorizado en la boca entreabierta y en las lágrimas que corren por las mejillas.

La hipótesis de que el autor que tallase a la imagen de San Juan sea el mismo que realizara a la Dolorosa del Mayor Dolor y Traspaso, cobra más fuerza nos sólo al estar datadas ambas imágenes en el mismo marco cronológico, sino también en las analogías que presentan ambas imágenes. Las semejanzas son evidentes pese a tratarse de dos representaciones diferentes –una femenina y le otra masculina- pero que comparten el mismo gesto de dolor, miradas bajas y al frente, con la boca entreabierta, un entrecejo levemente fruncido y cejas poco expresivas con idénticos trazados. Las similitudes son más evidentes en el caso de las manos; a pesar de ser masculinas, las manos de San Juan poseen la misma elegancia y delicadeza que las manos de la Virgen, con incisiones muy marcadas en las palmas y con unos dedos finos, de los cuales el dedo índice sobresale notablemente respecto a la dirección de los restantes. 


La imagen de San Juan Evangelista ha sido intervenida en varias ocasiones; en 1995 a cargo del escultor Francisco Berlanga, quien sustituyó su cuerpo por otro sin desbastar y repolicromó la talla. En 2007, José María Leal Bernáldez realizó varias labores de mantenimiento consistente en la limpieza y eliminación de cera en pies y peana y la reintegración de la policromía y en 2017 a cargo de Esperanza Fernández Cañero, quien recuperó la policromía original y sustituyó el cuerpo por un candelero acorde con las proporciones de la efigie.   

Nuestra Señora de la Merced

La imagen de Nuestra Señora de la Merced es una talla de autor anónimo, datada en el siglo XVII y realizada en madera policromada y estofada. Preside el camarín central del retablo mayor de la Iglesia Conventual del Corpus Christi de el Viso del Alcor. Esta imagen gloriosa de Nuestra Señora de la Merced, fue incorporada a la hermandad desde el cabildo general del 24-11-2000 como titular de gloria de la Hermandad.

Iconográficamente, la Virgen aparece sobre una nube entre cabezas de ángeles, vistiendo ricas vestiduras estofadas compuestas por capa, túnica y escapulario. Sigue la iconografía de la Virgen de la Merced como Madre de Dios o Theotocos, llevando sobre su brazo izquierdo la imagen del Niño Jesús. Porta el cetro en la mano derecha y sostiene al divino Infante con el brazo izquierdo. Esta manera de llevar el Niño procede de los modelos del bajo Renacimiento sevillano.

Estéticamente, la efigie presenta las características propias de la escuela barroca de escultura sevillana: rostro joven e idealizado, la base ancha formada por ángeles y nubes, amplios pliegues en el manto, la riqueza en el diseño de los estofados o el carácter monumental, bello y clásico. 

La talla fue restaurada posiblemente en el siglo XVIII, cuando se le añadieron los actuales ojos de cristal y posteriormente entre los años 1996-1997 por los profesores José Gutiérrez Carrasquilla y Pedro Manzano, quienes consolidaron la efigie y realizaron una profunda limpieza de la policromía de la imagen.

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